palabra: anoche

Anoche me dormí pensando en vos. Estabas ahí, enredando tu pelo con mi almohada, mezclando tus pies con los míos para ver quién calienta los del otro primero. Pero yo no duermo, ni esta noche ni ninguna. Siempre hay cosas para hacer, siempre falta el tiempo para todo.

Y acá, junto a la luna sigue mi cama. Sábanas nuevas que se sienten como un tobogán hacia el nudo que hacen tus brazos en las mías. Busco desprender de este recuerdo inverosímil, de esta noche que no existe más que para mí. El perfume de tu pelo invade mis sentidos y la piel se me pone de gallina, como la tuya cuando beso tu mejilla y te susurro que todo va a estar bien.

Anoche me dormí pensando en vos y la calma reinó en mi cuerpo, porque en vos no hay sufrimiento posible. Corre tu sonrisa como un río que fluye abajo, que fluye hacia mí y en la cama se desliza tu piel despacito, lenta hasta la mía. Podría salir a buscarte, podría gritar tu nombre hasta que lo escuches. Pero lo cierto es que en esa cama estábamos ahí, poniendo canciones en tu oído con el susurro de mi voz.

Y acá, junto a la luna sigue mi cama. La poca luz que entra me dibuja tu silueta a la que busco abrazar. La ilusión se esconde despacio en el hueco entre los dos, refugia lo que alguna vez fueron nuestras lágrimas en un vaso lleno de besos. Y mis dedos buscan tu boca, apretarte en el destierro de tu presente, domar tus sentidos para traerlos a mí un rato más.

Anoche me dormí pensando en vos, pensando que todo era posible.

Palabra: Soñar.

Hace unos días te soñé y lo quiero contar.

Me dormí como todas las noches: cama, un poco de agua, un cigarrillo y algo de silencio. Morfeo me arrastró por las sábanas celestes y me fui, me fui sin saber a dónde iba ni si te encontraría ahí.

Pedimos un helado de limón en un vasito chiquito y lo compartimos mientras caminamos descalzos en el pasto.

Me acuerdo de las matas de pasto saliendo entre los dedos de tu pie izquierdo.

Te escribí una canción.

La canté sin instrumentos, directo en tu oído, mientras sostenía tu pelo con la yema de mis dedos para que no tape tu oreja izquierda.

Te quise tomar de la mano, pero tus dedos preferían jugar con los míos haciendo formas chinescas para el sol.

Después te acompañé hasta tu casa, no sé por qué en todos mis sueños te acompaño hasta tu casa.

Me preguntaste por qué no te di un beso mientras te reías como quien sabe de mi idiotez. Yo confesé que no sabía que querías un beso mío. Me respondiste que si no quisieras un beso mío no te hubieras retocado el maquillaje tres veces. Nunca te escuché decir que usabas maquillaje.

Te dije que quería volver a verte y volviste a sonreír por mi idiotez.

Me desperté. Vos ya eras una pregunta a la distancia. La cama estaba fría, enorme. Agité los pies como hago siempre, para calentar la parte vacía y poder estirarme. Respiré hondo, sintiendo el peso del cigarrillo en mis pulmones mañaneros. Me acordé y esperé un beso que me llene de preguntas.